Sobre el papel, nadie pone en duda que la confidencialidad abogado-cliente y el secreto profesional son piezas claves de nuestro sistema de libertades.
Nadie se confiaría a un abogado sin tener la seguridad absoluta de que todo aquello que le cuente o le escriba, o la estrategia en que se basará su defensa, estará siempre a salvo del conocimiento de terceros, de posibles pesquisas policiales y, por supuesto, del Tribunal que ha de juzgarle.
Es el llamado privilegio abogado-cliente, formado por esa confidencialidad, de todo lo relacionado con la defensa, y por la obligación del abogado de guardar secreto, establecida en la Ley Orgánica del Poder Judicial.
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